La profesión actuarial se encuentra inmersa en una profunda transformación, impulsada por el avance tecnológico y la integración de herramientas como la inteligencia artificial (IA) y el aprendizaje automático (ML). En un artículo reciente en la revista Actuarios, Manuel Álvarez, colaborador honorífico de OCOPEN, reflexiona sobre cómo estas innovaciones están redefiniendo el trabajo de los actuarios y anticipa los retos y oportunidades que marcarán su desarrollo hasta 2050.

Históricamente, la labor actuarial ha estado vinculada al uso de modelos matemáticos y estadísticos para la evaluación de riesgos y la predicción financiera. Sin embargo, en la actualidad, estas competencias tradicionales se están complementando con un enfoque interdisciplinario que incluye colaboraciones con expertos en tecnología, finanzas y ciencia de datos. Según Rodríguez, el impacto de la IA y el ML no se limita a mejorar la precisión de los análisis, sino que está transformando los métodos de trabajo. Estas tecnologías permiten a los actuarios explorar grandes volúmenes de datos, automatizar tareas repetitivas y enfocar sus esfuerzos en aspectos estratégicos y complejos de su labor.

Uno de los mayores beneficios de la IA es su capacidad para optimizar la modelación predictiva. Gracias a estas herramientas, los actuarios pueden identificar factores de riesgo que antes resultaban inalcanzables con métodos tradicionales. Además, estas innovaciones están haciendo más eficiente la selección de riesgos y menos intrusiva para los asegurados. A pesar de las preocupaciones iniciales sobre una posible pérdida de empleos debido a la automatización, Rodríguez plantea un paralelismo con la introducción de los ordenadores personales en los años ochenta, cuando se temía una reducción del empleo en el sector actuarial. Contrario a esas predicciones, las herramientas tecnológicas ampliaron las capacidades del profesional, permitiendo abordar tareas más complejas y analizar riesgos con un alcance sin precedentes.

El autor también subraya la importancia de la formación continua en un contexto en el que las competencias tecnológicas son esenciales. Lenguajes como R y Python, que antes eran dominio exclusivo de los programadores, se han vuelto más accesibles para los actuarios gracias a herramientas como ChatGPT. Este cambio no solo amplía las capacidades de los profesionales, sino que también reduce las barreras de entrada al uso de tecnologías avanzadas.

De cara al futuro, la educación actuarial deberá adaptarse a estas demandas, integrando habilidades tecnológicas y fomentando la colaboración interdisciplinaria. En palabras de Rodríguez, es probable que en 2050 se asignen primas y se contabilicen reservas con metodologías que hoy parecen ciencia ficción, pero que serán una realidad cotidiana en la práctica actuarial.

En conclusión, el artículo de Manuel Rodríguez es una invitación a reflexionar sobre el papel de la tecnología en la evolución de la profesión actuarial. Más allá de los desafíos, las innovaciones actuales presentan una oportunidad única para que los actuarios amplíen su influencia y aporten un valor aún mayor a la sociedad, consolidando su posición como actores clave en la previsión social y la gestión de riesgos del futuro.

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Manuel Álvarez
Colaborador Honorífico de OCOPEN